El 25 mayo de 1802, bajo el pontificado de Pío VII, se hallaron sus reliquias en la Catacumba de Santa Priscila, en Roma. La inscripción, escrita en 3 losas de greda señalaba: "LUMENA / PAX TE / CUM FI" y en torno a ellas una serie de símbolos que aludían al martirio y a la virginidad de la persona allí sepultada. Estos signos eran: Un ancla, 3 flechas, una palma, un lirio y un látigo. Los entendidos comprendieron que, por la prisa o el poco conocimiento del latín, el obrero ordenó las losas en orden equivocado, pues ubicandolas en el sentido correcto debería leerse: PAX TECUM FILOMENA, lo que en español es: ¡Paz sea contigo Filomena!. Al abrir la tumba encontraron un ánfora con sangre disecada y un cuerpo que parecía ser el de una niña de 13 o 14 años. Hasta 1805, estos restos permanecieron guardados en el tesoro o depósito donde se custodian las reliquias que se van extrayendo de las catacumbas. Mientras la santa sede dispone de ellas. Ese año vino a roma el sacerdote D. Francisco de Lucía, del pueblo de Mugnano, en la Diócesis de Nola, cerca de Nápoles, y habiendo obtenido el sagrado cuerpo lo llevó a Mónaco, colocándolo, el día 10 agosto, en la Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias, en donde hasta hoy día recibe culto y veneración.
Las fuentes biográficas de Santa Filomena provienen de los diversos documentos que se imprimieron luego de descubrir, en 1802, sus restos en una catatumba ubicada en la ciudad de Roma, y de las revelaciones que dicha santa le hiciese a tres personas italianas, que vivieron durante los inicios del siglo XIX, principalmente de las revelaciones hechas a una monja, a quien le reveló, en detalle, su vida y martirio.
Santa Filomena era una joven muy devota de Dios y practicante del temprano cristianismo, vivió en tiempos de la terrible persecución a los devotos de Jesucristo, que efectuaba el emperador romano Cayo Aurelio Valerio Diocleciano Augusto, 244-311, conocido como Diocleciano, en el siglo IV, D.C., era hija única de unos príncipes griegos. Los padres de Santa Filomena le ofrecían homenajes a los dioses falsos, al dios júpiter.
El medico principal de los padres de Santa Filomena, quien era seguidor de Jesucristo, como inspirado por el poder del Espíritu Santo, les instó a convertirse al cristianismo sugiriéndoles aceptar a Dios mediante el sacramento sagrado del bautismo, y les prometió hacer sus oraciones en pro de conseguir que Dios le otorgase la dicha de tener descendencia. Dios, para quien nada es imposible, les concedió la gracia de tener su primogénita.
Los padres de Santa Filomena al constatar que estaban ante el prodigio de un verdadero Dios, consintieron en ser bautizados e hicieron del evangelio de Jesucristo el sustento de su fe, por lo que abandonaron los cultos paganos en los que creían. Santa Filomena, lleva ese nombre, Filomena, porque sus progenitores quisieron dejar como testimonio, que por su hija había nacido la luz de la fe en ellos, ya que Filomena significa la hija de la luz, la muy amada.
Santa Filomena fue educada en conocimiento de las enseñanzas cristianas, gracias al médico romano de nombre Publio, a quien Dios tiene en su paraíso por su fiel devoción a Jesucristo. Refiere Santa Filomena que sus padres la amaban mucho, ella era hija única, fruto de su reciente fe en Dios, y causa de la luz que iluminó su vida, al poder conocer el verdadero sendero que conlleva a la felicidad eterna, y porque gracias a ella su ceguera espiritual desapareció.
Pero sucedió que la tragedia se ensañó con aquel principado; los padres de Santa Filomena eran unos príncipes griegos, pero dependían de la ciudad imperial de Roma, para ese entonces considerada la capital del mundo. La desdicha del hogar de Santa Filomena comenzó a causa de una guerra injusta con que eran amenazados, los que los motivó a viajar a Roma, para solicitar apoyo del cruel emperador Diocleciano.
El autócrata Diocleciano, asumió su título de emperador el año 284, cargo que afianzó como consecuencia de la batalla del Margus, la cual le ganó al también emperador romano Carino, quien fue depuesto, luego de esta batalla, por el ejército imperial. Diocleciano gobernó entre el año 284 al año 311, bajo la forma de gobierno de la tetrarquía, y se asume que es en esos tiempos en que se desarrollaron los sucesos acaecidos a la joven Santa Filomena.
Los padres de Santa Filomena, de los cuales se sabe, por revelaciones de la misma santa, que eran unos príncipes griegos, pero sus nombres no fueron revelados, lo que sí reveló fueron los trágicos eventos que le sucedieron luego de que se reunieran con el déspota emperador. Diocleciano consintió en prestar la ayuda militar que el padre de Santa Filomena le requería, además el emperador le aseguró que viviría tranquilo y feliz.
Santa Filomena, criada en conocimiento del Dios único y verdadero, a la edad de 11 años se consagró a Jesucristo, haciendo el voto personal de virginidad, como Santa Isabel de la Trinidad lo haría 1500 años después, su amor por el nuevo evangelio de Jesús, sembrarían en ella su disposición a defender su fe, aún a costa de desobedecer los mandatos y costumbres de su época, tiempos en los cuales las jóvenes vírgenes eran dadas en matrimonio sin su consentimiento.
El Emperador Diocleciano le puso, como condición, de su apoyo militar, al padre de Santa Filomena, el permitirle casarse con ella, ya que durante la entrevista quedó sumamente impresionado por la joven, sobre la que no cesaba de posar su mirada. Para ese entonces, Santa Filomena, contaba con apenas trece años de edad, según no los refiere la propia santa, y como su vocación era servir a Dios, se negó a ser dada en matrimonio al emperador.
El padre de Santa Filomena que consentía en dar a su única hija en matrimonio con el viudo Diocleciano, ya que además de recibir la ayuda militar que su región requería, lo situaría también en una posición social privilegiada, puesto que su hija se convertiría en emperatriz del imperio romano. Los padres de Santa Filomena necesitaban el apoyo militar del imperio y consentían en dar en casamiento a su hija.
El grave error, de los progenitores de Santa Filomena, fue no tomar en cuenta, quizá por desconocimiento del suceso, que la anterior emperatriz fue asesinada, junto con su hija, por ser cristiana. Era, ya para esos siglos de ascenso del cristianismo, una práctica casi habitual, y que constituía una prerrogativa imperial, que los altos funcionarios romanos repudiasen a sus esposas o concubinas si estas eran practicantes del cristianismo.
Siendo los padres de Santa Filomena conversos a la fe en Jesucristo y por quien dejaron sus ritos paganos, resulta inverosímil que accedieran a entregar a su única hija, siendo aún una niña, tenía apenas trece años, a un gobernador tirano que promovía el exterminio de los cristianos y de los maniqueos, seguidores del Dios verdadero, y que además fue autor de la muerte de sus dos anteriores esposas, Prisca y Santa Serena, junto con sus dos hijas.
Según relatos, que en hoy en día son tomados por muchos estudiosos bíblicos como narraciones basadas en leyendas sin fundamentos, que como tal deben ser sacadas de los martirologios, promueven desterrar a la martirizada emperatriz Serena como santa, ya que consideran que tal figura legendaria no existió, y que su culto se basa en posicionar el auge del cristianismo en la corte imperial de aquellos años.
También se cree que Santa Serena y Santa Alejandra son el culto a una misma figura de santidad, surgida de la trágica muerte de la esposa del emperador Diocleciano, llamada Prisca, que tuvo que huir al ser descubierta dando su apoyo a los predicadores de Jesucristo, sería un desdoblamiento de culto algo similar a lo que sucede con Santa Eulalia de Barcelona, en España.
Solo el desconocimiento de la muerte de las anteriores esposas, del emperador Diocleciano, justificaría su consentimiento en comprometer en matrimonio a Santa Filomena con dicho gobernante. Su padre trató de persuadirla con innumerables ruegos, muestras de amor, le señaló que lo hiciera por ellos, sus padres, por su país, por sus súbditos, se cansaron de implorarle, pero ella aferrada a su fe en Dios, se negó a sus suplicas.
Santa Filomena, relata, que sus respuestas fueron negativas a tal petición de contraer nupcias con el emperador, porque ella estaba consagrada a Jesucristo y su virginidad pertenecía a su devoción cristiana, que estaba dispuesta a defender su pureza antes que a ellos, sus padres, su patria, ante todo, y que su aspiración era el reino de los cielos. Sus padres, por sus reiteradas negativas a casarse, la llevaron ante el emperador Diocleciano.
Diocleciano trata de persuadirla a sus deseos matrimoniales, primero con halagos y promesas seductoras, lo que le resultó infructuoso, y pasa luego a amenazarla, pero Santa Filomena fiel a Jesucristo, no le hace caso a sus peticiones, por lo que el emperador se enfurece, cual demonio, y manda a que sea encadena y encarcelada. Santa Filomena revela que cuando estuvo encerrada y atada a rudas cadenas, por alimento solo le proporcionaban pan y agua.
Ella ya presentía que aquella prisión era el preámbulo de peores situaciones, porque estando encarcelada su virginidad se vio seriamente amenazada, pero, que gracias a Dios, no pudieron hacerle daño a su integridad. Santa Filomena buscó consuelo en la oración y elevó sus plegarias a la Virgen María, a Jesús y a Dios, y a las cinco semanas de estar en prisión, se la apareció la Santísima Virgen María, anunciándole que sus suplicios durarían otros cuarenta días.
Nos relata Santa Filomena que la Virgen María cuando se le manifestó, en resplandeciente luz celestial, le dijo que vendrían tormentosos momentos, peores que los que ya había soportado, pero que era un combate que no la debía desanimar, porque ella había sido escogida como su hija predilecta, y que en esos acontecimientos por venir el Arcángel San Gabriel estaría a su lado, para socorrerla con su gran fuerza, porque él es el ángel de ambas.
La Santísima Virgen le recordó a Santa Filomena que su nombre significa luz, como es su hijo, Jesucristo, que al igual que ella, la Santa Virgen, son como el sol y la luna llena que siempre resplandecen en medio de la oscuridad, cuando la visión de la Santa Virgen desapareció la celda donde estaba recluida se inundó de un celestial olor, y ella Santa Filomena, recobró el valor aunque presentía que su futuro inmediato no sería nada agradable.
El emperador Diocleciano se cansó de tratar de convencerla de contraer matrimonio con él, con lo que se comenzó a verificar lo que le había anunciado la Santa Virgen María los días anteriores, su combate consistiría en resistir, con su fe, al martirio al que sería sometida públicamente, por el terrible emperador romano, por negarse a cumplir sus infames deseos.
Diocleciano le advirtió que ella, Santa Filomena, sería castigada con los mismos sufrimientos a que fue sometido Jesucristo, y procedió a mandarla azotar despojándola de sus prendas de vestir, ante los cortesanos del palacio real y atada a una columna, luego cuando se curó, fue llevada al río Tíber y atada a un ancla se le intentó ahogar, pero por un milagro, de los ángeles, la soga del áncora se rompió siendo salvada.
Otro de los martirios que tuvo que padecer fue cuando la hicieron arrastrar por las calles de Roma en medio de un centenar de flechas, casi moribunda es traslada de nueva a su celda, donde por gracia de la Divina Providencia, y al Arcángel Gabriel, amanece curada, pero Diocleciano seguía ciego a los prodigios de Dios, milagros que eran observados por los demás ciudadanos romanos y por lo cual en muchos de ellos se iluminó su corazón, al poner su mente en el Dios verdadero.
Gran cantidad de personas que presenciaban aquellos bárbaros actos, que muchos repudiaban, se empezaron convertir en cristianos, luz de Dios que alumbra los corazones, y quienes, unos años después, impondrían, al catolicismo como religión oficial de aquel decadente imperio, por ser un Dios vivo que ejecuta grandes proezas en su fieles, sin embargo el cruel emperador seguía ciego a los milagros de Dios, hechos en la persona de Santa Filomena.
Como no veía forma de matar a Santa Filomena, y que aún esta joven, no se sometía a sus insanas peticiones, sino que con cada suplicio su fe se hacía más grande, y además, por sus curaciones, creyó que ella era una maga, por lo que dispuso que muriese por medio de dardos calientes, que sus flecheros disiparían en contra de ella, pero una vez más su intento de asesinato falla, al dar las flechas candentes en dirección contraria y matar a unos seis flecheros.
La multitud que presenció esas atrocidades contra una joven cristiana, comenzó a aclamar públicamente al Dios, en que aquella doncella había puesto su fe, y a quien los ángeles protegían curando las heridas de su martirio, el emperador Diocleciano, aun ciego ante Dios, o quizá ya poseído por Satanás, quien era contra quien realmente combatía Santa Filomena, y en previsión de que el pueblo se la alzase, mandó a que la decapitaran.
Era un día viernes, mismo día y misma hora, en que se ejecutó la orden dada por el tenebroso tirano, el emperador Diocleciano, para que Santa Filomena fuese ejecutada cortándole la cabeza, porque ella insistía en negarse a sus pretensiones matrimoniales, y en aras de calmar los inminentes desordenes públicos, por el apoyo que estaba recibiendo la doctrina cristiana, en virtud de los prodigios efectuados en Santa Filomena.
Santa Filomena nos refiere que su alma llegó al cielo eterno, al lado de su Esposo celestial, Jesucristo, que al ganar aquel sangriento combate, contra la impiedad humana y la influencia satánica, recibió la palma del martirio y está feliz ante la Divina presencia de Dios, entre los escogidos para vivir la eternidad.Su corta vida fue un testimonio del gran poder de Dios ante las atrocidades del ser humano, ante las maldades que el demonio inspira.
Santa Filomena es el fiel reflejo del gran poder del Espíritu Santo, que obra en nosotros si amamos verdaderamente a Dios y ponemos nuestra fe en él antes que todas las cosas y personas de este transitorio mundo, es el ejemplo de cómo la Santísima Virgen es un presencia viva, que nos socorre en las más duras pruebas, de cómo Jesucristo y sus ángeles obran milagros en las personas, es una muestra del socorro que nos provee la Divina Providencia.